Por Rafael Victorino Muñoz
“Yo no sé, ni quiero, de las razones que dan derecho a matar… porque el que muere no vive más”. Así dice una canción de Mecano; y aunque la última parte puede sonar a verdad de Perogrullo o a declaración de fe (más bien de falta de), a menudo parece que muchas personas olvidan este pequeño detalle.
Me refiero a aquellos que se juegan la vida en lances tontos (por ejemplo, lanzarse por un rampa en un vehículo para caer en el medio de un lago, creyendo tal vez que le iban a salir alas al vehículo); así como a aquellos que menosprecian la vida de los otros, creyendo que hay cosas más valiosas.
Aclaro mejor este punto. Hay quienes matan a otra persona porque los hicieron sentirse humillados o tontos, porque les fueron infieles con otra pareja o quién sabe qué. Y hay quienes hacen que otros se maten, metiéndoles en la cabeza esas ideas que los déspotas usan para mandar a los demás a la guerra, mientras ellos se quedan firmando papeles, como si tal cosa fuera un gran sacrificio.
Menester es recordar, por una parte, que no hay mayor valor que la vida, que fuera de la vida o sin la vida los demás valores (la responsabilidad, la tolerancia, la equidad, etc.) no existen. ¿Podemos, acaso, ser bondadosos, tolerantes o equitativos, si no estamos vivos? El primer valor es la vida, repito. El segundo, el respeto a la vida. Los demás son solo atributos subordinados.
En segundo lugar, debemos recordar que nuestra vida es nuestra (nueva perogrullada o redundancia). Y esto no es una declaración de egoísmo, ya que perfectamente podemos vivir y ayudar a otros. De hecho, más los ayudaremos cuanto más vivamos. ¿Acaso los muertos puede ser útiles? Alguno me dirá que pueden servir de ejemplo. Sí, pero solo eso. Porque no podríamos invocar a un espíritu para que sacara a un niño de una casa en llamas.
Y es que, por último (llego a donde quería empezar), a mí esa idea de dar la vida por la patria me parece tan tonta. Podemos luchar sin matarnos, creo yo. Lo peor es lo estéril de tal sacrificio: quienes así han actuado en el pasado, dejándose matar por ideales y creyendo que íbamos a estar mejor hoy día, tal vez no sabrán lo mal que la pasamos. En vano fue su muerte.
Digo, ¿es que después de la guerra de independencia comenzamos a ser una mejor nación? ¿Es mejor haber sido gobernados, hasta ahora, por déspotas republicanos, antes que por un rey lejano e impuesto? No lo creo. Si ustedes quieren, vayan a matarse por lo que crean. Yo sigo viviendo tranquilo. Y llámenme apátrida si quieren.