PRESENTACIÓN
Aquí están Ellas, las mujeres, las que imagino y las que fueron reales. Las que soñé y me soñaron, las que vi y me vieron y las que no me vieron. Aquí están Ellas en todas las ciudades, pueblos y barriadas donde he estado. Ellas, las inventadas, las que estuvieron cerca, las que se alejaron y luego voltearon a mirarme. Las que me borraron, las que me dibujaron con sus ojos.
Aquí están, las que me ayudaron a crecer, las que me vieron desde niño y pudieron ser después parte de mi memoria. Ellas, jóvenes y pasadas de edad, aquí están. Todas amadas.
Este libro que nunca tuvo la pretensión de serlo, nació en la década de los 80, y estaba en el fondo de un cajón con otros trastos. Hoy lo saco a consideración de los lectores, para que lo desnuden, lo compartan o lo desechen.
Es uno de mis libros, aquel que no se nombra.
JULIA
Vago en el silencio.
Consulto tu cuerpo,
estas manchas del día se cuelan
por la plaza enrejada.
Te anuncias en los portales, sonríes y alzas el vuelo hacia las nubes:
Una vieja costumbre te mantiene atontada por la frecuencia del milagro.
LETICIA
Aquella feria de locos, de fantasmas ebrios y diablos danzantes con cuerpos
Despedidos por la arena. Ese polvo de iglesia escondido en las campanas.
Una hilera de viejas que resultaron ser garzas violentas, aves de corral hartándose
De nubarrones en medio de una inesperada noche.
Intentaste un canto que no se oyó por el bullicio de los árboles. Sentada frente a los fuegos
Artificiales me dijiste que todo era culpa de las Islas Azores, que el diablo sacudía con fuerza
La tierra de tus zapatos.
Dejaste descubrir una sonrisa limpia y descuidada, como los ojos de algún duende que huye de sí mismo.
MARÍA
Lujosos dientes. Son adornos en algunas estanterías de Damasco, como esos juguetes asesinos que salen en las películas de terror. Sólo era mirarte y tener que dejar la ebriedad sobre la mesa para saber que ocultabas el lugar de tu origen.
Después, desde lejanos lugares, pude saberte parte de mis palabras. Te ocultabas en los parques públicos de aquellos países para causar envidia a las ardillas. Supe en un día de tu obsesiva recolección de plantas misteriosas.
Una tarde te descubrieron disparando con ballestas. Y anunciaste al mundo haber derribado un avión cargado de estatuas. Otro día gritaste por la ventana de un hotel que todas las locuras habían invadido el mundo desnudas y florecientes para someter con la impudicia las muecas de los paseantes.
Te reconocí en una fotografía, en una playa donde sólo los acantilados podrían reflejar las palabras que gritabas.
Hace muchos astros que no te veo. Y lo lamento.
RUTH
De esa hoja de la Biblia te arranqué. No eras ella, la original. Supuse
tardíamente que me caerían encima todas las maldiciones.
Me lo agradeciste.
LARA
Después del vestido, la intimidad se hizo tentadora. Esos pliegues tendidos indiscretamente. Un lenguaje nuevo, una frase añejada por los vapores del cuerpo y, después, por ninguna razón, volver al sueño.
Tu equipaje resultó ser el sudor, esa forma de querer volver al mismo sitio.
KEIKO O ANA
En Salamanca,
frente al río congelado, congeniaste con el ángel. El rostro de Unamuno en el portal, la cruz partida por los hielos cargados de penitencias. Cada paso, cada intriga del tiempo, de las horas, digo, te inclinaba a mirar de reojo los entierros y los nacimientos.
Después,
en Lisboa, en aquella pensión invadida de cucarachas y ratones furtivos, mientras Pessoa, a quien no conocía, imaginaba el mar. El Leyland atestado hacia el monumento del Tejo. Aquellas lágrimas vivaces, desconocidas para mí luego de las risas de la madrugada.
Aquel día,
el último, te lanzaste al río. Detrás de la capa de escarcha tu rostro me miraba con un odio que todavía hoy no comprendo.
SAYDA
Intento encontrar la imagen de tu danza alrededor de la pira. Desde aquella ventana mis ojos proponían una nueva estrategia. Los pies descalzos, tus labios inflamados y aquel cuchillo que desgarraba tus senos frente al fuego.
VICTORIA
Desde la barra, en aquella posición para beber la cerveza. En aquella actitud para alejar los misterios, pude darme cuenta de las huellas dejadas para el descanso. Me dijiste del sol destrozando los ojos de aquel ciego que leía a Borges bajo la lumbre de una vela.
HELENA
Saber de muertes, de idas y venidas a otros lugares,
es también tener como cómplice el faro que cae sobre
la frente de tu insomnio.
Pero es sólo un sueño, una extravagancia.
Dicen de exterminios
y tu pesadilla
no es más que un paseo por un laberinto
o por aquellas playas donde extraños peces
monstruos prehistóricos
penetraron en tu cuerpo
advinieron relatos de otras edades
de las mismas que ahora son nuestro olvido.
LESBIA
Cada letra del poema, cada sorbo.
Las orillas del sofá, la cama, la intención de ser erótica,
porque en el sexo llega cada verso, pero los escondes.
LISA
La casa después de la lluvia. Sentada en medio del silencio, con los ojos agrietados, en la cómoda posición de aceptar la muerte. Sin el sentido que tiene o podría tener aliviar esa palabra.
La luna se detiene sobre tus hombros.
Escoges una estrategia para mirarla, para desquitarte de todos los ruidos ajenos, molestos, provocados por unos pájaros invisibles. De todas las tentaciones disimuladas por la sombra. Con la lluvia cerca de tus pies levantas la cabeza. Alguien invisible te invita a bañarte en el jardín.
La casa vuelve a estar en el mismo sitio. El que imaginas.
CECILIA
La mano es la sombra. Quieta sobre la mesa te define.
Algún movimiento delata las noches
las algas almacenadas en los ojos, en Esa que dicen armonía
del misterio. El pecho, atraído por ciertos
desperfectos de la sangre, y el asma, mantiene el orgullo frente
a los comensales inmediatos.
Por la noche
Sabes que la mañana será para volver a respirar frente al sol
siempre en el mismo lugar
donde la inocencia te mantiene atrapada.
ROSA
“Viendo las tejas de la casa no parece que un gato
se asomó por las columnas del desierto y llamó a Rosa
desde el noroeste de su ladrillo”.
-Rafael José Muñoz-
¿Qué casa te queda para conocerte?
¿Qué lugar seguro para prevenir la próxima desaparición?
¿Qué casa te lleva a los sitios de los secretos?
¿Qué destino te promete la casa, los rincones inesperados?
Desde el punto más inmediato el ojo oscuro mira el bosque
Inexistente, borroso. Cobras de la realidad el miedo. Cabalgas
El sillón bajo las tejas,
El torrente que se avecina contra tu cuerpo. La casa no
Es nadie, sólo unas palabras en la pared, abandonadas, sin voz.
NEGRA
La llegada de mañana estuvo próxima. Con el peso en el esternón de la noche,
en los ojos, con la sensación de una muerte prematura, en puertas,
y esa carne ligera que mostraste aquella primera vez.
Había un portón grande, de madera. Y tú desnuda, opulenta.
(Recuerdo ese día, la calma perfecta,
la de recibirme con todo el cuerpo y toda la ventaja de tenerte completa,
y así nombrarte)
Tu cuerpo también es mi aposento,
en él hay sabores que no conocía.
MÓNICA
En el dibujo, enredados la carne y los huesos, viste la última
expresión de la casa, la que nos ha habitado siempre sin preámbulos.
Luego, en la fiesta, me diste
La mano para que la cuidara de los miedos que rondaban tus párpados.
Dormida tienes pirámides de Egipto en las rodillas.
Juntos los pliegues primitivos
por donde emerge el olor de los placeres
mientras afuera el mundo no interesa.
Las construcciones de otra civilización en tus senos
cuya influencia está en los rasgos de la cueva de Altamira,
en la inteligencia del Conde Lucanor.
¿Recuerdas? Eres tú quien lo nombra.
Sin embargo, me llamas
me convocas y te desvisto la primera piel.
SONIA
¿Eres la misma, la que grabó la imagen de la calle,
la última?
Rostro ya no tienes.
Sólo tengo de esa mujer, de ti, el nombre en el papel.
Una leve arruga en la cara,
una sinuosidad cerca de los labios.
No hubo lamento.
OTRAS EDADES
AMELIA
animal de infancia
llevo
en los ojos
una casa que cambia de lugar
de piel
y se hace patio de regreso
humo de ángeles
ciudad infeliz hoy
JOSEFA
esta semana de asombros
cae dentro de mí
se derrumba en las horas
máscaras
querellas
muertes fáciles
orillas bajo el frío.
EMILIA
de tanta Emilia
en la voz
me siento poderosa
desafío el vientre
de los sueños
y agonizo
de tanta Emilia
emilias para esta calle ausente.
ÁNGELA
Con filo de amanecer te soportas en la puerta hacia el sol.
El recuadro del mundo derrumbado por los ventarrones, porque este adiós
será definitivo, casi perfecto.
Desde esta fisura de los ojos, al patio, al solar, al parque, a lo que será ciudad,
Donde los animales, los domados, los domesticados y rebeldes
Desdicen de sus plumas y patas, corbatas y berridos cotidianos.
Ya no es voz lo que tienes,
pobre tu vida bajo el cirio que te acostumbra la cara
las viejas oraciones.
Finalmente,
la muerte se detiene en el portal y pide una taza de café.
SUSANA
Ella solía borrarse de los espejos
todavía cuando la ciudad era un lagarto pequeño
que subía aquel cerro hacia el hospital. Sus ojos de hendijas
miraban los cambios del día sin amargarse.
“Susana tiene el cuerpo breve
y es tan bella que la confunden con una muñeca de cerámica”,
y ella sonríe con unos lentes azules de niña delicada.
Dicen
Dicen
Ahora los años la han hecho más pequeña
y tiene otros ojos más achicados
para los espejos que tiene su otra cara
la que ella llevaba a los bailes de flores.
CLEOTILDE
Un pequeño recuadro
en la pared
y ella se adueñaba de la calle
y su rostro
pelo largo
mirada detenida
fija en la nube
caída/ cayendo
sobre la copa del árbol
en la pupila de las ramas.
(Ella, de apellido Piñango, la señorita Clota, hace años dispersa)
CARLINA
la mirada interior
tocando
allá donde nadie puede verte.
Como destino
los olores del tiempo
la danza y este aliento
atado
a los días que perdimos.
ROSTROS PARA MIRIAM
1.-
En cierto lugar
el día. Nadie ha sido testigo de esa sombra inusitada.
Nadie tiene donde mirar el límite.
Miriam pregunta y satisface las hojas ingrávidas de los árboles,
vuelve de la palabra
y se encierra entre ventanas ilusorias.
Brebajes y licores
para el delirio, Miriam.
Las canciones te protegen de la noche y sus fantasmas:
Venados para apaciguar
silencios para atraer la lluvia.
El fuego está aquí:
Los ojos estáticos, el carbón roído
por la lumbre.
El perfil detenido en la aguja de la niebla.
La boca entreabierta, rasgo
violento cerca de la frente.
2.-
El mentón
nueva caricia para mostrar
la dirección amable de la mano.
Las arrugas adquiridas
en el último diluvio
la oscuridad en los ojos de los ventanales
y la rabia
bajo los párpados
aquella convalecencia
mientras mi mano te tocaba la fiebre.
3.-
(Guardas en las mejillas
los poros de la casa…)
(LIBRO INÉDITO DE 1982).