Todos los días leo en las redes sociales una publicación distinta (o tal vez es la misma y no me he dado cuenta) sobre el supuesto carro de lujo o la mansión del pastor de alguna iglesia protestante, comparándolo con la forma empobrecida como vivirían los feligreses de la misma. Y sí, muy posiblemente sea cierto que lo que debía ir al cielo queda en los bolsillos de algunos que están en la tierra.
Pero también está la otra cara del asunto, que no se refleja en las referidas publicaciones y es de lo que quiero hablar aquí. Yo vengo de un barrio pobre y no del centro de la ciudad, como dice la canción, y he visto cosas. He visto a aquel que apuesta o se droga, se alcoholiza, golpea a la esposa o a los hijos, o roba o mata. Y de repente un día decide que cree en Dios y se va a una iglesia de esas y decide darle el dinero al Pastor, a cambio de un puesto en el cielo.
El Pastor hará lo que sea con ese dinero, que no es mi asunto. Ni lo justifico, ni lo juzgo. Pero el nuevo feligrés y sus cercanos se ahorraron y se ahorrarán en lo sucesivo muchos problemas, desde pagar centros de desintoxicación de drogas, hasta hospitales y medicamentos por enfermarse de cirrosis o qué se yo qué. No he hecho un estudio exhaustivo para saber si es más caro mantener un mal estilo de vida o dar el diezmo en la iglesia.
Aunque hay cosas que el dinero no puede pagar, como dice la publicidad de Master card. Un delincuente menos en las calles es unas cuantas vidas que se salvan. Un alcohólico menos golpeando a alguien de la familia es una infancia feliz o menos traumática. Todo tiene un precio. Quizás las personas que así obran se convencen de que tienen que pagar por ello y lo hacen.
Si me preguntaran qué prefiero entre un familiar delincuente y uno que parece idiota porque le regala el dinero al Pastor de la iglesia, ya deben imaginar cuál es mi respuesta. Yo no practico ninguna religión conocida, ni es asunto de nadie lo que yo crea. Solo pienso que para algunas personas el hacer acto de contrición, arrepentirse y cambiar por sí mismos no sería posible si no hubiera, para ejercer coerción, una amenaza mayor llamada infierno en la vida eterna.
La religión puede ser un mal necesario en ciertos casos. En otros tiempos era peor, y en otros sitios lo sigue siendo. Aquí y ahora, los cristianos no queman a la gente; por fortuna solo les quitan el dinero. Y a cambio cumplen una función relativamente profiláctica. Gracias a lo cual, muchos nos hemos salvado de vivir un infierno peor en este mundo; aunque haya que pagar, como decía el recordado hermano Cocó.